Agotado

Hay momentos en los que el cansancio no solo pesa, sino que duele. Respirar se convierte en un acto valiente y mantener la conciencia anclada en este plano parece imposible. No es debilidad, es el eco de un cuerpo que ha sostenido demasiado, por demasiado tiempo. Pero hay una verdad escondida en ese agotamiento: cuando el cuerpo se rinde, se abre la puerta al verdadero ser. La mente lógica se silencia, el deber se disuelve, y emerge, en silencio, la esencia. Esa parte de nosotros que no mide ni calcula, que simplemente es. En ese umbral donde ya no hay voluntad, sólo presencia, aparece una certeza inexplicable: todo está bien. Todo ha estado bien. Y todo estará bien. Porque el cansancio no es un final. Es el espacio entre una versión de ti que ya fue y una nueva que está naciendo. Cada agotamiento es un rito de paso. El cuerpo no se desgasta, evoluciona. Aprende a soltar, a rendirse, a transformarse. Así, en el susurro del agotamiento, el alma florece. Y nos recuerda que somos más que materia. Somos camino, somos energía, somos luz que persiste incluso cuando el cuerpo se rinde.

5/17/20251 min read

Contenido de mi publicación