Madurar
Vivir con el lóbulo frontal en construcción es como habitar una casa sin terminar: ya tienes puertas, pero a veces las abres sin saber por qué; ya hay ventanas, pero aún no sabes hacia dónde mirar. En esa etapa, no siempre sabes por qué reaccionas como lo haces, por qué ciertas decisiones duelen después o por qué a veces pareces ajeno a ti mismo. Pero un día, sin avisar, algo cambia. Ya no gritas en automático, ya no huyes de tus emociones, y empiezas a quedarte contigo cuando las cosas se ponen difíciles. Sientes que puedes pensar dos veces, respirar antes de actuar, elegir con más calma. No es iluminación súbita, es evolución silenciosa. Y entonces entiendes que madurar no fue dejar de sentir, fue aprender a sentir sin destruir. Que crecer no fue perder la pasión, fue dirigirla. Y que el lóbulo frontal no solo se desarrolla: te da permiso para convertir tu caos en conciencia, tu impulso en intención, tu reacción en respuesta.
5/13/20251 min read


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